Desde la “Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora de Gracia” (Carmona), nos complace anunciar el acuerdo de “Renovación” del contrato que nos une a la “Muy Antigua, Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad del Santísimo Sacramento y Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Nuestra Señora del Rosario Coronada y Divina Pastora de las Almas (Santiponce), para la tarde-noche del “Miércoles Santo 2024”.
Desde estas líneas nos gustaría agradecer a la Hermandad el interés y la confianza depositada en nuestra formación por “tercer año consecutivo”, ampliando así nuestra relación musical y espiritual, Esperando poder vivir un Miércoles Santo inolvidable, Donde la “Música y la fe se unen para poder disfrutar de una estación de penitencia llena de emoción y sentimiento.

La Hermandad fue creada y fundada a comienzos del siglo XVI en la Iglesia Parroquial de Santiponce, que se llamó de Ntra. Sra. de Belén o de la Tabla, que fue destruida por la inundación del río Guadalquivir en el año 1603.
Las primeras alusiones acerca de la Corporación proceden del libro de Actas y Visitas del prior del Monasterio de San Isidoro del Campo allá por el año 1535, cuando la Hermandad residía en la anteriormente citada parroquia que fue destruida, bajo el título de HERMANDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO.
La Hermandad, por aquel entonces, era sólo de gloria y las limosnas mensuales que los hermanos aportaban se dedicaban a costear las misas oficiadas por el eterno descanso de los hermanos difuntos, así como a sufragar en parte el aceite para la lámpara que alumbraba el Sagrario. El Alcalde de la Hermandad gozaba del privilegio de tomar las cuentas del resto de Cofradías que conjuntamente se daban cita en la Iglesia Parroquial.
El 29 de julio de 1581, bajo el pontificado de su Santidad el Papa Gregorio XIII, reinando en España su Majestad el Rey Felipe II, por la devoción que los padres del Convento de San Isidoro del Campo profesaban hacia la Santísima Virgen del Rosario, Fray Diego Núñez del Rosario, fraile profeso de la orden de los predicadores, del Convento de San Pedro Mártir de Lucena (Córdoba), hace entrega de la patente de institución canónica de la Cofradía de Ntra. Sra. del Rosario, con arreglo a las normas y bula que en ella se recogen, otorgada por Fray Vicencio Justiniani, cardenal de la Santa Iglesia de Roma, siendo legado apostólico de su Santidad y por comisión de la Sede apostólica.
Así pues, se nombra al prior del Monasterio de San Isidoro del Campo, Fray Alonso de León, de la orden jerónima, patrón, capellán y regente de la Cofradía, con el fin de bendecir los rosarios y recibir e inscribir a los cofrades que día a día iban llegando a la Hermandad. Cada primer domingo de mes, por la tarde, según indicaba la bula otorgada a la Hermandad, se efectuaba una procesión de Ntra. Sra. del Rosario, en la cual, los fieles que participaban obtenían gracias e indulgencias plenarias.
A raíz de la inundación del pueblo de Santiponce en el año 1603, la Hermandad y la Parroquia pasan a residir en el Monasterio de San Isidoro del Campo, construido en la margen derecha del río Guadalquivir, frente al Monasterio de Santa María de las Cuevas (Monasterio de la Cartuja), entorno a partir del cual nacerá el nuevo Santiponce.
Ntro. Padre Jesús Nazareno
Segunda Mitad del Siglo XVII
Madera tallada y policromada. Imagen de vestir, 1,76m.
José de Arce (c. 1600-1666). Atribución.
Durante varios siglos, esta imagen de Jesús con la cruz a cuestas recibió culto en la primitiva iglesia del monasterio de San Isidoro del Campo (Santiponce), en el altar situado al lado de la epístola.
Protagoniza dos salidas procesionales al año. La primera, con motivo de este Vía Crucis del Aljarafe, recorriendo las calles del Conjunto Arqueológico de Itálica entre los vestigios de su pasado romano y, la segunda, el Miércoles Santo, por las calles de la población, con motivo de la celebración de la tradicional Semana Santa.
En esta escultura, concebida para ser vestida, el autor ha representado a Jesús en posición erguida sujetando con las manos el travesaño de una cruz arbórea y dirigiendo la mirada levemente hacia su lado derecho en actitud de dialogar con los fieles, espectadores o santas mujeres. Por su condición de escultura para vestir, hay que centrar su valor artístico en las manos y en la cabeza, que lleva cabello tallado, potencias y corona superpuesta.
Como la imagen no está documentada, los historiadores que han analizado la escultura, valorando su buena calidad artística, han realizado diferentes atribuciones a varios escultores: Juan Martínez Montañés, según una referencia de un inventario de 1875 (Rodríguez Babío 1997); Andrés Cansino (García de la Concha 2000) y Luisa Roldán siguiendo la opinión del Conde de Águila (Carriazo 1929 y García Olloqui 1977). No obstante por su técnica artística y rasgos formales, José Luis Romero Torres, último encargado de estudiar la imagen, la considera obra del escultor José de Arce, maestro del anteriormente citado Andrés Cansino y artista de origen flamenco de apellido “Aaerts” que estuvo activo en Sevilla y Jerez de la Frontera entre 1636 y 1666, fecha de su fallecimiento.


La talla de madera y los rasgos formales de los elementos que componen la cabeza (cabellos, bigote, barba, cejas, etc.) presentan grandes similitudes formales con la de Jesús de las Penas (1655, Hermandad de la Estrella. Sevilla) tallada por José de Arce en su tercera etapa sevillana (1649-1666). El bigote, claramente definido y separado de la barba, está resuelto con dos formas compactas de aspecto blando, contornos limpios y superficie suave que reflejan la sensación plástica del modelado en cera. La boca, entreabierta y modelada con blandura, está concebida con una expresión entre anhelo y necesidad vital de hablar, mostrando siempre resignación y cierta serenidad. La barba bífida nace en la zona baja de la barbilla, muy diferente del tipo tradicional sevillano que presenta el arranque muy próximo al labio inferior. Con este recurso plástico, José de Arce consigue despejar la boca de Jesús para atraer nuestra mirada hacia su gesto de elocuencia o angustia. La expresión de dolor y angustia de la imagen se reafirma en las cejas características de todos los cristos de este artista flamenco: leve arqueo interrumpido bruscamente por el fruncido del entrecejo.
Al gran valor artístico de su cabeza hay que añadir también el de sus manos, que agarran levemente la cruz, siendo muy estilizadas y anatómicamente perfectas, y el de la leve zancada que aporta una gran movilidad plástica a la imagen.
Añadir comentario
Comentarios